Con el pie derecho y el corazón torcido

«Quería escribir sobre ti, sobre nosotros en realidad. ¿Me entiendes? Quería escribir sobre todo, sobre la vida que tenemos y las vidas que hubiéramos podido tener. Quería escribir sobre todas las formas posibles de morir.»

Virginia Woolf. Las horas.

Nuestras biografías, compuestas de hechos, realidades, recuerdos y distorsiones de todos ellos, tienen en común la asepsia de los números. Esa asepsia que tanto sirve para hablar del mercado busrsátil, de calorías o de las fechas. Es Año Nuevo, es 1 de enero del año 2015, no son más que números. Quizá por eso, en la mayoría de las ocasiones, recordamos los momentos mucho más que los días. Pero esta fecha, este número de cada año, no es precisamente el más aséptico del calendario.

Alberto Caeiro, una de las vidas heterónimas de Fernando Pessoa, a quien parecía no alcanzarle una sola biografía para atrapar su vida, nos dejaba elocuentes versos: “(…)si, después de morir, quisieran escribir mi biografía, no hay nada más sencillo. Tiene sólo dos fechas: la de mi nacimiento y la de mi muerte. Entre una y otra cosa, todos los días son míos.” (Poemas inconjuntos).  ¿Biografías Según el Registro Civil?, suena a título de libro, pero no lo puedo encontrar menos interesante. Entre la primera y la última anotación de nuestros libros de familia hay millones de números importantes, y nos guste o no, nos de pereza, tristeza o nos produzca melancolía, o incluso entusiasmo, el 1 de enero de cada año, sin tener que ser diferente a otro, es una de esas fechas. Y es una de esas fechas que sólo nos pertenece a nosotros, de esas que Caeiro/Pessoa decía suyas. Porque de algún modo u otro nos adentramos en esa máquina del tiempo en la que repasamos el pasado y adivinamos el futuro, ese tipo de cosas que se hacen hacia dentro, todavía ahora que casi todo lo hacemos hacia fuera. Habría que recordar aquí unas palabras de Proust: «la realidad, incluso si es necesaria, no es completamente previsible» (Marcel Proust. En busca del tiempo perdido). Y hay que recordarlo porque es el día del año en el que, conociendo y reconociendo nuestras posibilidades, ponemos todas nuestras esperanzas en que haya cambios positivos dentro del año que tenemos por delante, aún por descubrir.

Último autorretrato de Saul Steinberg

Último autorretrato de Saul Steinberg

Hasta el menos honesto y sensato debe de tener claro que el milagro no se produce: pocos cambiamos; y mucho menos de una día para otro. Pero lo que sí es esta fecha es un «hasta aquí» o un «desde aquí» —o ambos a la vez— que todo ser humano necesita. Estoy convencida de que no podemos vivir sin límites ni objetivos, pues estos son necesarios para nuestra psique, para nuestra alma. Entre todos esos números que componen nuestra biografía encontramos los momentos y acontecimientos que modifican nuestros límites y objetivos cada año, de ahí que por ésta época, y gracias a un artificio numérico de calendario, sintamos la necesidad de hacer recuento. El artefacto de cambio de año sigue sirviendo al ser humano y es con mucha probabilidad  el momento de «considerar que muchas cosas son insignificantes y que todo significa…» (Karl Krauss. Dichos y contradichos).

Ad intra:

«Nadie sabe de la próxima vez, aunque haya habido una previa, ninguna anterior nos obliga a nada, ni nos condena al filo de las repeticiones, y quien fue ayer generoso y valiente puede resultar traicionero y huidizo mañana, quien fue cobarde y delator hace siglos puede ser hoy leal y entero, y acaso el futuro nos condiciona y obliga más que el pasado, lo por conocer que lo conocido, lo no probado que lo descontado, lo por venir que lo acontecido, lo posible que lo que ya se ha dado. Y a la vez, sin embargo. Tampoco nada de lo que hubo se borra jamás del todo.»

—Javier Marías. Tu rostro mañana.

Los temas más recurrentes de este blog, si no cuento el cine, son las redes sociales, Internet y las relaciones amorosas y/o personales. Pues con las palabras anteriores y esta aclaración, prosigo.

Ad extra:

La inmensa mayoría de las cosas sólo ocurren y no hay ni hubo nunca registro de ellas, aquello de lo que nos llega noticia es una porción infinitesimal de lo acontecido. La mayoría de las vidas, y no digamos de las muertes, nacen ya olvidadas y no dejan el menor rastro, o se hacen desconocidas al cabo de un poco de tiempo, unos años, unos decenios, un siglo, eso es en realidad muy poco tiempo.

—Javier Marías. Tu rostro mañana.

La insignificancia de nuestras vidas y nuestra narrativa biográfica corre hoy en día una suerte novedosa. Como decía antes, vivimos exponiendo nuestras vidas mucho más que antiguamente. En estos momentos sé perfectamente qué hicieron anoche la mayoría de mis contactos de Facebook y unos cien usuarios de Twitter —de los cuales, el 90% son unos completos desconocidos. De estos, si no han tuiteado y si miro qué tuits han marcado como favoritos, también puedo adivinar a qué hora se han despertado o a qué hora se acostaron en Nochevieja. O por lo menos intuirlo. Ahora, a diferencia de lo que decía Javier Marías, existe un registro de hechos y actos como jamás lo hubo anteriormente. Hechos y actos que anteriormente fueron completamente privados.

Karl Ove Knausgård, le preguntó en una ocasión a su mujer, Linda, si quería un café, ella le contestó evasivamente y Ove no pudo más que decirle: «Te he hecho una pregunta sencilla. Una pregunta de sí o no. ¿Quieres o no quieres? Y no eres capaz de contestarla.» (Un hombre enamorado). Está claro que si queremos saber algo debemos preguntar, pero tengo la extraña sensación de que cada vez lo hacemos menos y adivinamos más. En cierta medida, las redes sociales han propiciado que eso que era exclusivo de magos, brujas o hechiceros, la facultad adivinatoria, se desarrolle en el individuo hiperconectado de la actualidad y por ende, preguntemos menos. Es así cómo los actos ajenos se transforman en una realidad —interpretada— para el receptor de los mismos, o en cualquier caso, si no se es receptor, para quien los observa. «Pero es muy ingenuo creer que los hechos constituyen, por sí mismos, la verdad.» diría Michael Holroyd en Cómo se escribe una vida. Precisamente ahora es mucho más ingenuo pensar así, ahora que nuestras vidas se escriben hoy de otra manera: no sólo de hechos, sino de esos actos de escritura y actos que se transcriben. En ocasiones se complementan con imágenes intensificando así en estos mensajes significados plurales y, a veces, contrarios al original.  Hay hechos que no son hechos, que son actos convertidos en hechos y transforman la realidad. Y claro, mucho más se transforma la realidad del que interpreta que la del que origina el «mensaje». Nos hemos convertido en expertos en atrapar vidas, somos creadores de biografías ajenas. 

Mila Kucher

Mila Kucher

Pero confesaré algo más, quizá todo esto sea culpa del vacío que podemos sentir en estas fechas, «quizá sea un espacio vacío que voy llenando. Uno mismo llena el vacío. Yo lo lleno con frases. Trato de tener pensamientos y los pensamientos se convierten en frases, si tengo suerte. Sin embargo, el vacío vuelve a aparecer siempre, como es natural. Uno podría precipitarse a él, y eso sería el final, pero sería una lástima para nuestra curiosidad. En el espacio vacío tiene que ocurrir algo.» (Thomas Bernhard, En busca de la verdad)

Pues bien, a mí personalmente, este 1 de enero de 2015, este número entre el 21 de enero de 1983 (fecha de mi nacimiento) y el número que identifique el día de mi muerte, me ha servido para darme cuenta de que debido a la forma en la que nos comunicamos actualmente —en la que al cara a cara y a la comunicación bilateral se le ha sumado con fuerza una comunicación fantasma en la cual nos colamos como testigos de esos actos ajenos que son públicos pero que no son dirigidos hacia nosotros— se pueden abrir brechas dolorosas en las personas, y «es peligroso abrir un cisma en los afectos humanos; no tanto porque se produzca un desarraigo profundo y prolongado, sino porque vuelva a cerrarse demasiado rápido.» (Nathaniel Hawthorne, Wakefield). Cuestión ésta aparentemente valadí, pero que no se le quite importancia: hoy en día los afectos se fraguan de diferente manera, pero al fin afectos son. Un mensaje por Whatsapp que no llega, otro que hemos visto en Twitter e inventamos su significado, y los 81 likes de Facebook en tu felicitación de Año Nuevo, hoy por hoy, aunque insignificantes, significan.

¿Que si mi «hasta aquí» y mi «desde aquí» tienen algo que ver con esto? Digamos que «hasta aquí» tienen que ver con esto y «desde aquí» tendrán que ver con esto. Pero también os digo, en 2015 intentaré ponerme cada día una cabeza nueva, como confesaba Thomas Bernhard en El malogrado, a ver si de ese modo puedo cambiar de opinión.


Nota final: todas las citas de esta entrada son un homenaje a mis lecturas de 2014. No están todas, pero están las que se han puesto al servicio de esta primera entrada de 2015, un servicio que sólo las letras ofrecen: servir para seguir viviendo.

La Biblioteca pública de Cincinnati antes de ser demolida en 1955

 La Biblioteca pública de Cincinnati antes 
           de ser demolida en 1955

Feliz 2015 a todos.

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